viernes, 30 de diciembre de 2011

Que doloroso es amar... (Juan Dicenta Sánchez)



¡Qué doloroso es amar…

y no poderlo decir!
Si es doloroso  saber,
que va marchando la vida
como una mujer querida,
que jamás ha de volver.
Si es doloroso ignorar,
donde vamos a morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!

Triste es ver que la mirada,
hacia el sol levanta el ciego;
y el sol la envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su mirada tranquila,
a la luz indiferente
y saber que eternamente,
la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.

Pero si es triste mirar
y la luz no percibir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!

Conocer que caminamos,
bajo la fuerza del sino;
recorrer nuestro camino
y no saber donde vamos.
Ser un triste peregrino,
de la vida en los senderos,
no podernos detener,
por ir siempre prisioneros,
del amor o del deber.
Mas si es triste caminar
y no poder descansar
mas que al tiempo de morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!

Vivir como yo soñando,
con cosas que nunca vi;
y seguir, seguir andando,
sin saber por qué motivo
ni hasta cuándo.
Tener fantasía y vuelo,
que pongan al cielo escalas
y ver, que nos faltan alas,
que nos remonten al cielo.
Más si es triste no gozar,
lo que podemos soñar;
no hay más amargo dolor,
que ver el alma morir,
prisionera de un amor
y no poderlo decir.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Pensamientos de JANEZ DRNOVŠEK, Presidente de Eslovenia 1991-2007.



JANEZ DRNOVŠEK fue presidente democrático de Eslovenia desde 1991 a 2007, es decir durante 16 años seguidos por voluntad de la gente. En Eslovenia le quieren mucho y le consideran un gran sabio. Murió en 2008 a consecuencia del cáncer que padecía desde hacía años, y que le hizo retirarse de la vida pública. Él de todas formas siempre fue hombre a quien le gustaba la vida sencilla y en contacto con la naturaleza. Cuando le diagnosticaron su enfermedad investigó y descubrió los beneficios para la salud de la dieta vegetariana; eso le llevó a concienciarse de manera más completa y los últimos años de su vida fue un vegano convencido. En los lúcidos libros que escribió muestra un profundo amor por la vida y un gran pesar por el sufrimiento que los hombres infligen a sus congéneres, a los animales y al medio ambiente. Compartimos algunos de los pensamientos de este gran político-filósofo, cuya humildad le ha hecho pasar desapercibido para la opinión pública, mientras otros nada admirables aparecen todos los días en las noticias por sus corruptelas y escándalos. La bondad, la sabiduría y la honestidad no venden. El Museo de la Luna

Yo soy tú y tú eres yo. Ambos sentimos lo mismo, sufrimos lo mismo. Un humano es un humano, los animales son animales, pero sentimos lo mismo. Los humanos matan y se alimentan de animales. Los animales sufren. Los humanos matan a humanos, aunque sientan y sufran lo mismo. ¿Quién puede entender al mundo?

Pero somos una unidad: humanos, animales y naturaleza. Estamos relacionados y nos destruimos unos a otros. O más bien, los humanos destruyen a los animales y a la naturaleza. Por comida, aunque no sea necesario; simplemente por codicia. ¿Tenemos que torturar y matar animales? No, es algo innecesario; los alimentos vegetales son mucho más saludables para los humanos. ¿Tenemos que destruir esta tierra, el aire y el agua? No debemos hacerlo, sin embargo lo hacemos siguiendo un deseo insaciable por obtener ganancias. Este deseo genera nuevos deseos y necesidades, que satisfacemos siempre con nuevos productos, cuya producción destruye con más intensidad el medio ambiente. Esta “civilización de consumidores” produce una multiplicidad de bienes que en realidad no son necesarios para los humanos. Con sus mecanismos para producir siempre nuevos deseos y necesidades imaginarias, la espiral de productos inútiles aumenta aceleradamente. Y se ignora a decenas de millones de personas que ni siquiera tienen comida y agua necesarias para sobrevivir, mucho menos la capacidad para participar en esta orgía de consumismo moderno. El rápido desarrollo tecnológico ha cambiado nuestra forma de vida, nos ha alejado de la naturaleza y de nosotros mismos, haciéndonos perder el sentido de nuestras verdaderas necesidades. La Humanidad se encuentra en un punto muy bajo del desarrollo de su consciencia, algo especialmente peligroso cuando estamos por primera vez en un momento de la Historia en que podemos destruirnos a nosotros mismos por completo. Cada uno debe actuar como esté en su mano hacerlo. Yo escribo libros, con el objetivo de despertar al ser humano consciente. Y tal vez consigamos una masa crítica de personas conscientes que puedan influir en la política y la economía. Janez Drnovšek (1950-2008)

Las nubes no retornan (Enrique Molina)



La memoria de la ola

flota dispersa en la costa baldía.
escucha ahora, vagabundo acechante, entre el vino
                                                    descolorido y la noche.
¿Y quién puede dormir?
El zumbido no cesa en el salón de las moscas.

La memoria de la ola,
la memoria del amor
te confiesa que nunca te susurró al oído su verdad.
Sólo el rumor del puerto,
pies que se alejan pisando sobre conchillas,
el lugar es oscuro
y alguien me sopla su aliento en la cara
o sólo el rudo olor del mar.

El lugar ha desaparecido.
Nada más que esa gente alrededor de la olla
donde algo se cocina lentamente.
Inútil que tiendas tu plano,
los invitados esperan el momento del festín,
unas mujeres ponen la mesa
en el fondo de la inundación,
otras ajustan la clavija en el cráneo.

La memoria de la ola:
el blanco esqueleto del pez
junto a la barca abandonada.

Lo que trae, lo que lleva,
lo que no llegó nunca.


De "El ala de la gaviota"

jueves, 15 de diciembre de 2011

Alguna vez, de pronto, me despierto... (Julia Prilutzky)


MarenCalma que consentida me tienes por regalarme mis poemas favoritos con tu voz tan bella, acá en mi rinconcito que lo pone de lujo!


Alguna vez, de pronto, me despierto: 
Un dolor me recorre tenazmente, 
un dolor que está siempre, agazapado, 
por saltar, desde adentro. 
Entonces tengo miedo. 
Entonces, me doy cuenta que estoy sola 
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo 
lleno de mis imágenes, 
de rostros polvorientos. 

Estoy sola, pero siempre estoy sola: 
Es lo único cierto. 
El amor era un huésped, 
la soledad es siempre el compañero 
que permanece al lado, inconmovible. 
Lo único seguro, verdadero. 
Oigo mi corazón, vieja campana 
que dobla y que golpea, 
que rebota en las sienes y en la nuca 
y en la boca y los dedos. 
Es cierto, tengo miedo. 
Miedo de no poder gritar, de pronto, 
de que ya sea demasiado tarde 
para un ruego. 
La costumbre ahoga las palabras 
y alarga el desencuentro. 
Ah, tantas cosas quedarán ocultas, 
perdidas, sin recuerdo, 
tantas palabras que no fueron dichas, 
tantos gestos. 

Unos dirán: Yo sé, la he conocido, 
fue una ardiente rebelde, 
se desolló las manos y la vida 
por defender los que creyó más débiles. 
Otros dirán: Yo sé, la he conocido, 
era dura, malévola, 
avara de ternura, con la boca 
mostraba su desprecio. 
Alguien dirá: Y cómo sonreía... 
Qué importa 
lo que vendrá después del gran silencio. 
Claro que tengo miedo. 
Así, en la madrugada 
mientras algún dolor -un dolor, siempre- 
va hincando sus agujas en mi cuerpo, 
abro las manos en la sombra dulce 
para atrapar mi soledad, de nuevo, 
y me quedo a su lado, sin moverme, 
con los ojos abiertos 
la vida detenida. 
Toda mi sangre es un temor inmenso.


martes, 13 de diciembre de 2011

El poema de amor que nunca escribirás (Carlos Marzal)

Que magnifica voz, es un lujo tenerle en mi rinconcito, Gracias Imaginario


Debería nombrar (debería intentarlo)
el afán hasta hoy por ti dilapidado
en perseguir amor, que quizá fuera tanto
como el afán de huir, fatigado hasta el asco,
de todas las trastiendas, repletas de fracasos,
que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.

Debería acoger, dar lugar a unos labios
que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo
-por momentos, sinceros; por momentos, falsarios-
diálogos de alcoba que pareciesen tangos
(eso acaban por ser, o algo más triste acaso,
siempre que en la distancia solemos evocarlos):

De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos,
me consuela, mi amor, el fingir, fabulando,
otra eterna contigo, cogidos de la mano.
Y habría de alojar dictámenes sagrados,
con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos:
De entre todas las perras que en la noche he tratado,

la más perra eres tú. Debería, malsano,
contener esas citas de los domingos vastos,
insulsas y festivas, amasadas de hartazgo,
en que la vida toda se obstina en maltratarnos,
con su aire de ramera experta en el contagio
del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio.

No podrían faltar los cuerpos del verano,
cuando la adolescencia ardía por el tacto,
en especial aquél de todo lo vedado.
Ni habría de omitir el vicio solitario,
por el amor perdido en inventar los rasgos
del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado.

Y en él habitarían con todo su sarcasmo
-al fin y al cabo son tristes muertos de antaño,
fragmentos de tu vida que salvas del naufragio-
las cartas sin respuesta; yesos aniversarios,
tiernamente ridículos después de celebrados,
que dejan en el alma aroma a mal teatro.

Y los reproches mutuos, merecidos y agrios,
dirigidos al centro del dolor, como un dardo
con toda la miseria que acarrean los años.
El placer del acoso, cuando el amor intacto,
y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano,
no señalaba límites al indudable ocaso.

El maldito poema tanto tiempo aplazado,
y que no escribirás, porque el tema es ingrato,
querría redimirte de todos tus letargos.
Una voz que te daña diría murmurando:
Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo,
para que tus palabras no tengan que inventarlo.

Quien a ese poema de amor dilapidado
incauto se atreviera, sin calcular el daño,
amaría el amor, probablemente tanto
como el afán de huir, fatigado hasta el asco,
de todas las trastiendas, repletas de fracasos,
que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.



De "El último de la fiesta"

La noche interminable (Rafael Sánchez Ortega)

Gracias Sr. de las  letras  por este poema para mis tesoros!

Los minutos pasan, la noche avanza
y cubre todo con su manto negro.
Te veo allí, parado en el tiempo,
con el reloj detenido
y deseando escapar de esa telaraña.

La vida se ha detenido para ti,
sin darte cuenta.
Fue una noticia cruel, una revelación,
una luz que entró por tu ventana
y te enseñó el fondo que había
más allá de las sombras.

Estabas sólo. Completamente sólo,
cuando tú creías estar en medio de la gente,
en la cima de tu carrera,
en el momento más algido de tu vida,
aquel en que todo el mundo se giraba
para verte,
para tomarte como modelo,
como referencia,
como patrón a seguir.

¡Pobre iluso!...
¿Acaso pensabas que eras Dios?
¡No, amigo!... Dios no existe.
Los dioses no existen,
sólo las criaturas mortales,
como tú,
como yo,
como las gentes que nos rodean,
que un día vinimos al mundo
sin que nadie nos consultara,
y otro día, volveremos a la nada,
sin que tampoco nadie nos pida permiso para ello.

Olvida ya tu conciencia y tus cadenas,
libera tus miedos.
Eres libre, Dios no existe, nada te obliga,
nadie dispone sobre ti,
sólo el respeto a los demás y a ti mismo,
pero nada más.
Eres libre, ¿lo entiendes?...

Pero no,
la voz que esto decía, allí moría,
en la noche.
No había un eco que devolviera sus palabras.
Nuestro hombre seguía parado,
con el reloj del tiempo en sus manos,
contando los segundos,
mirando el paso de la noche,
esperando el nuevo día.

Si tuviera el valor de buscar la salida cercana,
si pudiera volar durante unos segundos,
si cerrara los ojos y se apoyara en la barandilla,
si la noche acabara de pronto y llegara el nuevo día...

Pero la noche era interminable, era cruel
y ni siquiera la luna aparecía en el cielo,
ni tampoco el reflejo parpadeante de una estrella...
¡sólo una, por favor!...

Pero no, la luna y las estrellas no estaban,
se habían ausentado,
quizás no querían se cómplices
de la decisión que ibas a tomar.

Y allí estabas, deshojando la margarita de tu vida,
haciendo repaso a ese libro que tan bién conocías,
mirando página a página si había en él
algo de valor por lo que mereciera la pena luchar,
seguir, llorar y reir.

Estabas en las últimas páginas del cuaderno
y algo escapó del mismo hacia tu mano.
Era una gota limpia y clara,
una perla que brillaba en la noche,
era una lágrima, su lágrima.

Y de pronto lo viste todo claro,
viste su cara, su sonrisa,
su llanto, su vida, su alma.

Tu corazón empezó a latir acelerado.
Quería seguir de nuevo la tarea,
alimentar ese cuerpo con tu sangre,
querías vivir simplemente para ella,
necesitabas hacerlo,
había tántas cosas que decirle,
tántas que contarle,
tántas que compartir
incluso habría ese momento para
buscar a Dios entre su cara,
entre sus manos,
entre su cuerpo.

La noche avanzaba lentamente
y deseabas ya tener la luz del día.

Te ahogabas,
necesitabas su palabra,
decirle buenos días,
decirle que la querías,
decirle simplemente que sí,
que allí estarías,
en el día y en la noche,
aunque los días fueran largos
y las noches eternas,
como ésta,
que ahora, estaba pasando lentamente.

Porque llegaría el día
y olvidarías la noche de insomnio,
los sudores,
las pesadillas,
la falta de sueño,
y sólo verías su cara,
su cuerpo,
su alma.

Por eso alzas tu cara al cielo
y le gritas a ese Dios,
(al que antes decías que no existe),
que pase pronto la noche,
que se rompan las tinieblas,
que lleguen las luces del alba
para poder llegar hasta su casa,
llamar a su puerta
y decirle simplemente que la amas.


31/01/07

lunes, 12 de diciembre de 2011

Noche de lunas perdidas (´Ramón Vox Esencial)

Gracias MarenCalma por este poema acá queda guardadito en mis tesoros, y gracias al autor por permitirme traerlo acá
Autor: Antonio Molina Vasconcelos (México)
Lunas Perdidas 3

Vuelo en busca de lunas perdidas,
tapadas en el horizonte
por brisas coloreadas
de azul celeste,
que del corazón amado
con soltura se desprenden.

Busco lunas esparcidas,
que resplandecen la noche,
que a mi amor acechan
locas por el destino,
como lámparas opacas, me miran,
con pasión me ofrecen,
y con alegría me obsequian
la luz de tus ojos,
y la sonrisa que dibujan tus labios.

Lunas perdidas y añoradas,
que contempláis mis sueños,
escondéis el rostro,
para no ser encontradas,
pero mi amor os busca,
entre espesa bruma deslizante
para que tu alma sienta
el placer de ser amada,
                  y rodeada de viento vigilante
impregnado por aromas
que de tu ser emanan
y juguetean,
cuando miro tu semblante.

Vergel de lunas
donde crecen las flores
perdidas os veo,
con mis ojos de llanto,
al no tenerte
y entre mis brazos
desear encontrarte,
marcho a la placida gracia
de sentir nuestros corazones,
entre brumas blanquecinas
que se esparzan a los vientos, 
fertilicen nuestro amor, 
y sustenten nuestras pasiones.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Guárdame el tiempo (Carilda Oliver Labra)

Yaraby te agradezco tanto me dieras este regalo ahora engalana mi ricón de tesoros!




Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!

Guárdame el tiempo,
guárdamelo.


Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Desde los afectos (Mario Benedetti)


Gracias Malaje por regalarme este poema con tu voz esta hermoso y pone lindo mi baúl de tesoros!


¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que uno tiene que buscarlo y dárselo...
Que nadie establece normas, salvo la vida...
Que la vida sin ciertas normas pierde formas...
Que la forma no se pierde con abrirnos...
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente...
Que no está prohibido amar...
Que también se puede odiar...
Que el odio y el amor son afectos...
Que la agresión porque sí, hiere mucho...
Que las heridas se cierran...
Que las puertas no deben cerrarse...
Que la mayor puerta es el afecto...
Que los afectos, nos definen...
Que definirse no es remar contra la corriente...
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio...
Que negar palabras, es abrir distancias...
Que encontrarse es muy hermoso...
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida...
Que la vida parte del sexo...
Que el por qué de los niños, tiene su por qué...
Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad...
Que saber todo de todos, es curiosidad mal sana...
Que nunca está de más agradecer...
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...
Que nadie quiere estar solo...
Que para no estar solo hay que dar...
Que para dar, debemos recibir antes...
Que para que nos den también hay que saber pedir...
Que saber pedir no es regalarse...
Que regalarse en definitiva no es quererse...
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos...
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo...
Que ayudar es poder alentar y apoyar...
Que adular no es apoyar...
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara...
Que las cosas cara a cara son honestas...
Que nadie es honesto porque no robe...
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo...
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte...
Que se puede estar muerto en vida..
Que se siente con el cuerpo y la mente...
Que con los oídos se escucha...
Que cuesta ser sensible y no herirse...
Que herirse no es desangrarse...
Que para no ser heridos levantamos muros...
Que sería mejor construir puentes...
Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve...
Que volver no implica retroceder...
Que retroceder también puede ser avanzar...
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?


miércoles, 7 de diciembre de 2011

1964 (Jorge Luis Borges)

Graciassssssss Vane acá estas en mis tesoros!!!!!




I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Me va la vida en ello (Luis Eduardo Aute)


Cierto que huí de los fastos y los oropeles
y que jamás puse en venta ninguna quimera,
siempre evité ser un súbdito de los laureles
porque vivir era un vértigo y no una carrera.

Pero quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello…
dímelo…
me va la vida en ello.

Cierto que no prescindí de ningún laberinto
que amenazara con un callejón sin salida
ante otro “más de lo mismo” creí en lo distinto
porque vivir era búsqueda y no una guarida.

Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio
quise quemarla deprisa jugando con fuego
y me abrasé defendiendo mi propio criterio
porque vivir era más que unas reglas en juego.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Rimas del Hombre sin manos (Elio Milay)


EL MUSEO DE LA LUNA www.museoluna.com

Un día por la mañana, o en la tarde o la noche,
(discúlpenme, me duele mucho aún recordarlo)
vinieron varios hombres empuñando machetes,
y en frente de mis hijos amputaron mis brazos.

Deduzca usted motivos. ¿Odio, guerra, envidia?
Lo cierto es que al final de este ortopédico tacto,
aunque haya sólo nada, una ausencia muy triste,
¿me creen si les digo que me hablan mis manos?

Las siento aún, las oigo, se lo juro... Me hablan.
No tengo ya, no están y no estarán, sin embargo
se quejan, y las siento, preguntando en silencio:
¿Ya no podremos nunca dar caricias ni abrazos?

Dependo de otras manos para higiene y comida.
¿Qué haría usted, señora, si estuviera en mi caso?
Espero aprender luego a usar mejor los muñones,
e incluso pies y boca. Lo importante es contarlo.

De hecho tuve suerte, pues aún soy un hombre.
(Y no estoy refiriéndome a que no me castraron.)
Soy hombre porque siento: En mi pecho aún late
el mismo amor al mundo y a la vida que antaño.

Si fuese yo un salvaje, como aquellos verdugos,
¿qué espada o qué pistola sostendría? Muy malo,
no puede ser un hombre, cuando no puede asir
los crueles instrumentos de matar del soldado.

A mí me es imposible ser violento ahora mismo.
Sin dedo en el gatillo no hay sangriento disparo.
El mundo iría bien, mucho mejor si los hombres
nacieran de sus madres desprovistos de brazos.

Los brazos y las manos, son un don que utilizan,
en vez de para bienes constructivos y prácticos,
para ir lanzando plomos, desde acero explosivo,
igual que antiguamente huesos, piedras y palos.

¿Qué hacen con sus manos las mujeres? Cocinan
a hijos, padres, suegros y maridos. Qué zánganos
son todos ellos cuando han de ayudarlas a ellas.
¡Qué prestos andan luego a golpearlas en cambio!

¿Qué hacen con sus manos las mujeres? Arreglan
paciente, dulcemente lo que rompen los machos.
La guerra y la miseria son productos del hombre.
Los hombres, no merecen tener brazos y manos.

Hermanos cuyas manos causan mal y desangran
al débil e indefenso, ¿en verdad son "humanos"?
Quizá después y antes, pero mientras destruyen
son sólo chusma ruin a la que gusta hacer daño.

Maldita sea la estirpe de los hombres... Maldito
el día en que aprendieron a cazar a los pájaros.
Yo siento cómo sufren mis diez dedos ausentes,
igual que ángeles tristes e invisibles volando...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los Heraldos Negros (César Vallejo)


Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!


lunes, 21 de noviembre de 2011

Nocturno y Elegía (Emilio Ballagas)

Gracias MarenCalma por este poema que me encanta acá esta en mis tesoros



Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.

No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.
La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos;
y la gota de sangre en el pañuelo.
Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
a una orilla de juncos olvidados:
dile que voy del azafrán al lirio.

Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarse en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en un rumor de venas y sordina.

Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño.
Me he vuelto una rosada caracola,
me quedé fijo, roto, desprendido.
Y si dudáis de mí creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.
De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.

Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé dónde.
Mejor será que espere a medianoche,
al extraviado olor de los jazmines,
y a la vigilia del tejado, fría.

No me recuerdes su entregada sangre
ni que yo puse espinas y gusanos
a morder su amistad de nube y brisa.
No soy el ogro que escupió en su agua
ni el que un cansado amor paga en monedas.
¡No soy el que frecuenta aquella casa
presidida por una sanguijuela!

(Allí se va con un ramo de lirios
a que lo estruje un ángel de alas turbias.)
No soy el que traiciona a las palomas,
a los niños, a las constelaciones...
Soy una verde voz desamparada
que su inocencia busca y solicita
con dulce silbo de pastor herido.

Soy un árbol, la punta de una aguja,
un alto gesto ecuestre en equilibrio;
la golondrina en cruz, el aceitado
vuelo de un búho, el susto de una ardilla.
Soy todo, menos eso que dibuja
un índice con cieno en las paredes
de los burdeles y los cementerios.

Todo, menos aquello que se oculta
bajo una seca máscara de esparto.
Todo, menos la carne que procura
voluptuosos anillos de serpiente
ciñendo en espiral viscosa y lenta.
Soy lo que me destines, lo que inventes
para enterrar mi llanto en la neblina.

Si pregunta por mí, dile que habito
en la hoja del acanto y en la acacia.
O dile, si prefieres, que me he muerto.
Dale el suspiro mío, mi pañuelo;
mi fantasma en la nave del espejo.
Tal vez me llore en el laurel o busque
mi recuerdo en la forma de una estrella.

(1938)