JANEZ DRNOVŠEK fue presidente democrático de Eslovenia desde 1991 a 2007, es decir durante 16 años seguidos por voluntad de la gente. En Eslovenia le quieren mucho y le consideran un gran sabio. Murió en 2008 a consecuencia del cáncer que padecía desde hacía años, y que le hizo retirarse de la vida pública. Él de todas formas siempre fue hombre a quien le gustaba la vida sencilla y en contacto con la naturaleza. Cuando le diagnosticaron su enfermedad investigó y descubrió los beneficios para la salud de la dieta vegetariana; eso le llevó a concienciarse de manera más completa y los últimos años de su vida fue un vegano convencido. En los lúcidos libros que escribió muestra un profundo amor por la vida y un gran pesar por el sufrimiento que los hombres infligen a sus congéneres, a los animales y al medio ambiente. Compartimos algunos de los pensamientos de este gran político-filósofo, cuya humildad le ha hecho pasar desapercibido para la opinión pública, mientras otros nada admirables aparecen todos los días en las noticias por sus corruptelas y escándalos. La bondad, la sabiduría y la honestidad no venden. El Museo de la Luna
Yo soy tú y tú eres yo. Ambos sentimos lo mismo, sufrimos lo mismo. Un humano es un humano, los animales son animales, pero sentimos lo mismo. Los humanos matan y se alimentan de animales. Los animales sufren. Los humanos matan a humanos, aunque sientan y sufran lo mismo. ¿Quién puede entender al mundo?
Pero somos una unidad: humanos, animales y naturaleza. Estamos relacionados y nos destruimos unos a otros. O más bien, los humanos destruyen a los animales y a la naturaleza. Por comida, aunque no sea necesario; simplemente por codicia. ¿Tenemos que torturar y matar animales? No, es algo innecesario; los alimentos vegetales son mucho más saludables para los humanos. ¿Tenemos que destruir esta tierra, el aire y el agua? No debemos hacerlo, sin embargo lo hacemos siguiendo un deseo insaciable por obtener ganancias. Este deseo genera nuevos deseos y necesidades, que satisfacemos siempre con nuevos productos, cuya producción destruye con más intensidad el medio ambiente. Esta “civilización de consumidores” produce una multiplicidad de bienes que en realidad no son necesarios para los humanos. Con sus mecanismos para producir siempre nuevos deseos y necesidades imaginarias, la espiral de productos inútiles aumenta aceleradamente. Y se ignora a decenas de millones de personas que ni siquiera tienen comida y agua necesarias para sobrevivir, mucho menos la capacidad para participar en esta orgía de consumismo moderno.El rápido desarrollo tecnológico ha cambiado nuestra forma de vida, nos ha alejado de la naturaleza y de nosotros mismos, haciéndonos perder el sentido de nuestras verdaderas necesidades. La Humanidad se encuentra en un punto muy bajo del desarrollo de su consciencia, algo especialmente peligroso cuando estamos por primera vez en un momento de la Historia en que podemos destruirnos a nosotros mismos por completo. Cada uno debe actuar como esté en su mano hacerlo. Yo escribo libros, con el objetivo de despertar al ser humano consciente. Y tal vez consigamos una masa crítica de personas conscientes que puedan influir en la política y la economía. Janez Drnovšek (1950-2008)
Que magnifica voz, es un lujo tenerle en mi rinconcito, Gracias Imaginario
Debería nombrar (debería intentarlo)
el afán hasta hoy por ti dilapidado
en perseguir amor, que quizá fuera tanto
como el afán de huir, fatigado hasta el asco,
de todas las trastiendas, repletas de fracasos,
que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.
Debería acoger, dar lugar a unos labios
que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo
-por momentos, sinceros; por momentos, falsarios-
diálogos de alcoba que pareciesen tangos
(eso acaban por ser, o algo más triste acaso,
siempre que en la distancia solemos evocarlos):
De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos,
me consuela, mi amor, el fingir, fabulando,
otra eterna contigo, cogidos de la mano.
Y habría de alojar dictámenes sagrados,
con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos:
De entre todas las perras que en la noche he tratado,
la más perra eres tú. Debería, malsano,
contener esas citas de los domingos vastos,
insulsas y festivas, amasadas de hartazgo,
en que la vida toda se obstina en maltratarnos,
con su aire de ramera experta en el contagio
del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio.
No podrían faltar los cuerpos del verano,
cuando la adolescencia ardía por el tacto,
en especial aquél de todo lo vedado.
Ni habría de omitir el vicio solitario,
por el amor perdido en inventar los rasgos
del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado.
Y en él habitarían con todo su sarcasmo
-al fin y al cabo son tristes muertos de antaño,
fragmentos de tu vida que salvas del naufragio-
las cartas sin respuesta; yesos aniversarios,
tiernamente ridículos después de celebrados,
que dejan en el alma aroma a mal teatro.
Y los reproches mutuos, merecidos y agrios,
dirigidos al centro del dolor, como un dardo
con toda la miseria que acarrean los años.
El placer del acoso, cuando el amor intacto,
y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano,
no señalaba límites al indudable ocaso.
El maldito poema tanto tiempo aplazado,
y que no escribirás, porque el tema es ingrato,
querría redimirte de todos tus letargos.
Una voz que te daña diría murmurando:
Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo,
para que tus palabras no tengan que inventarlo.
Quien a ese poema de amor dilapidado
incauto se atreviera, sin calcular el daño,
amaría el amor, probablemente tanto
como el afán de huir, fatigado hasta el asco,
de todas las trastiendas, repletas de fracasos,
que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.
Gracias Sr. de las letras por este poema para mis tesoros!
Los minutos pasan, la noche avanza y cubre todo con su manto negro. Te veo allí, parado en el tiempo, con el reloj detenido y deseando escapar de esa telaraña.
La vida se ha detenido para ti, sin darte cuenta. Fue una noticia cruel, una revelación, una luz que entró por tu ventana y te enseñó el fondo que había más allá de las sombras.
Estabas sólo. Completamente sólo, cuando tú creías estar en medio de la gente, en la cima de tu carrera, en el momento más algido de tu vida, aquel en que todo el mundo se giraba para verte, para tomarte como modelo, como referencia, como patrón a seguir.
¡Pobre iluso!... ¿Acaso pensabas que eras Dios? ¡No, amigo!... Dios no existe. Los dioses no existen, sólo las criaturas mortales, como tú, como yo, como las gentes que nos rodean, que un día vinimos al mundo sin que nadie nos consultara, y otro día, volveremos a la nada, sin que tampoco nadie nos pida permiso para ello.
Olvida ya tu conciencia y tus cadenas, libera tus miedos. Eres libre, Dios no existe, nada te obliga, nadie dispone sobre ti, sólo el respeto a los demás y a ti mismo, pero nada más. Eres libre, ¿lo entiendes?...
Pero no, la voz que esto decía, allí moría, en la noche. No había un eco que devolviera sus palabras. Nuestro hombre seguía parado, con el reloj del tiempo en sus manos, contando los segundos, mirando el paso de la noche, esperando el nuevo día.
Si tuviera el valor de buscar la salida cercana, si pudiera volar durante unos segundos, si cerrara los ojos y se apoyara en la barandilla, si la noche acabara de pronto y llegara el nuevo día...
Pero la noche era interminable, era cruel y ni siquiera la luna aparecía en el cielo, ni tampoco el reflejo parpadeante de una estrella... ¡sólo una, por favor!...
Pero no, la luna y las estrellas no estaban, se habían ausentado, quizás no querían se cómplices de la decisión que ibas a tomar.
Y allí estabas, deshojando la margarita de tu vida, haciendo repaso a ese libro que tan bién conocías, mirando página a página si había en él algo de valor por lo que mereciera la pena luchar, seguir, llorar y reir.
Estabas en las últimas páginas del cuaderno y algo escapó del mismo hacia tu mano. Era una gota limpia y clara, una perla que brillaba en la noche, era una lágrima, su lágrima.
Y de pronto lo viste todo claro, viste su cara, su sonrisa, su llanto, su vida, su alma.
Tu corazón empezó a latir acelerado. Quería seguir de nuevo la tarea, alimentar ese cuerpo con tu sangre, querías vivir simplemente para ella, necesitabas hacerlo, había tántas cosas que decirle, tántas que contarle, tántas que compartir incluso habría ese momento para buscar a Dios entre su cara, entre sus manos, entre su cuerpo.
La noche avanzaba lentamente y deseabas ya tener la luz del día.
Te ahogabas, necesitabas su palabra, decirle buenos días, decirle que la querías, decirle simplemente que sí, que allí estarías, en el día y en la noche, aunque los días fueran largos y las noches eternas, como ésta, que ahora, estaba pasando lentamente.
Porque llegaría el día y olvidarías la noche de insomnio, los sudores, las pesadillas, la falta de sueño, y sólo verías su cara, su cuerpo, su alma.
Por eso alzas tu cara al cielo y le gritas a ese Dios, (al que antes decías que no existe), que pase pronto la noche, que se rompan las tinieblas, que lleguen las luces del alba para poder llegar hasta su casa, llamar a su puerta y decirle simplemente que la amas.
Yaraby te agradezco tanto me dieras este regalo ahora engalana mi ricón de tesoros!
Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.
Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.
Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?
¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?
¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?
¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.
Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.
Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.
Gracias Malaje por regalarme este poema con tu voz esta hermoso y pone lindo mi baúl de tesoros!
¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que uno tiene que buscarlo y dárselo...
Que nadie establece normas, salvo la vida...
Que la vida sin ciertas normas pierde formas...
Que la forma no se pierde con abrirnos...
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente...
Que no está prohibido amar...
Que también se puede odiar...
Que el odio y el amor son afectos...
Que la agresión porque sí, hiere mucho...
Que las heridas se cierran...
Que las puertas no deben cerrarse...
Que la mayor puerta es el afecto...
Que los afectos, nos definen...
Que definirse no es remar contra la corriente...
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio...
Que negar palabras, es abrir distancias...
Que encontrarse es muy hermoso...
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida...
Que la vida parte del sexo...
Que el por qué de los niños, tiene su por qué...
Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad...
Que saber todo de todos, es curiosidad mal sana...
Que nunca está de más agradecer...
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...
Que nadie quiere estar solo...
Que para no estar solo hay que dar...
Que para dar, debemos recibir antes...
Que para que nos den también hay que saber pedir...
Que saber pedir no es regalarse...
Que regalarse en definitiva no es quererse...
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos...
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo...
Que ayudar es poder alentar y apoyar...
Que adular no es apoyar...
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara...
Que las cosas cara a cara son honestas...
Que nadie es honesto porque no robe...
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo...
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte...
Que se puede estar muerto en vida..
Que se siente con el cuerpo y la mente...
Que con los oídos se escucha...
Que cuesta ser sensible y no herirse...
Que herirse no es desangrarse...
Que para no ser heridos levantamos muros...
Que sería mejor construir puentes...
Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve...
Que volver no implica retroceder...
Que retroceder también puede ser avanzar...
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?