miércoles, 30 de marzo de 2011

Pensar en ti esta noche... (Pedro Salinas)

Este poema me lo regalo alguien muy especial, gracias por la magia de estar juntos algunos momentos de nuestras vidas, gracias por hacerme sentir mejor, gracias por ser TU.



Pensar en ti esta noche
no era pensarte con mi pensamiento,
yo solo, desde mí. Te iba pensando
conmigo, extensamente, el ancho mundo.
El gran sueño del campo, las estrellas,
callado el mar, las hierbas invisibles,
sólo presentes en perfumes secos,
todo,
de Aldebarán al grillo te pensaba.

¡Qué sosegadamente
se hacía la concordia
entre las piedras, los luceros,
el agua muda, la arboleda trémula,
todo lo inanimado,
y el alma mía
dedicándolo a ti! Todo acudía
dócil a mi llamada, a tu servicio,
ascendido a intención y a fuerza amante.
Concurrían las luces y las sombras
a la luz de quererte; concurrían
el gran silencio, por la tierra, plano,
suaves voces de nubes, por el cielo,
al cántico hacia ti que en mi cantaba.
Una conformidad de mundo y ser,
de afán y tiempo, inverosímil tregua,
se entraba en mí, como la dicha entera
cuando llega sin prisa, beso a beso.
Y casi
dejé de amarte por amarte más,
en más que en mí, inmensamente confiando
ese empleo de amar a la gran noche
errante por el tiempo y ya cargada
de misión, misionera
de un amor vuelto estrellas, calma, mundo,
salvado ya del miedo
al cadáver que queda si se olvida.

viernes, 25 de marzo de 2011

La luna está loca y brilla débilmente (William Faulkner)


La luna está loca, y brilla débilmente,
y hurga con los dedos, curiosa,
en la espesura y los sotos,
y luego se detiene,
y mira a su alrededor –la colina
se impregna de la tristeza que la rodea–,
y empolva las rocas oscuras
y las jorobas de grano alineadas
en solemnes tresnales;
detrás de cada una de ellas, una sombra
mira al cielo y escucha
el silencio reluciente
de estrellas, vivaces y tristes, que
circundan a la luna escrutadora, y la observan,
trastornada y solemne; y vientos monótonos
meditan allí donde había crecido el grano,
en campos sin flor que alzan sus pechos
desnudos contra el año que muere.
Sin embargo, yo no me muevo, porque
estoy triste bajo este cielo otoñal,
porque me he quedado ciego y helado, de pronto,
al pie de esta colina escarchada,
y le grito a la luna, transido de un dolor
ignorado por todos, y la luna, de nuevo,
me mira con indiferencia, mientras, bajo su mirada,
el mundo fulge y muere en silencio,
y las hojas caen y me cubren
de tristeza y de deseo de estar
–el mundo espera, frío y marchito–,
como él, muerto con el año que muere.

jueves, 24 de marzo de 2011

La Rosa De Hiroshima (Vinícius de Moraes)






Piensen en la criaturas
Mudas telepáticas
piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas
Pero oh no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La antirosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada.



martes, 22 de marzo de 2011

Declaración de amor (Carilda Oliver Labra)


Haz el amor, no la guerra...


Pregunto si llevo corazón
cuando despierto el peligro entre sus muslos,
si me equivoca
cuando preparo la única trinchera
en su garganta.

Yo sé que la guerra es probable;
sobre todo hoy
porque ha nacido un geranio.

Por favor, no apuntéis al cielo
con vuestras armas:
se asustan los gorriones,
es primavera,
llueve,
y está el campo pensativo.
Por favor,
derretiréis la luna que da sobre los pobres.

No tengo miedo,
no soy cobarde,
haría todo por mi patria;
pero no habléis tanto de cohetes atómicos,
que sucede una cosa terrible:
lo he besado poco.

domingo, 20 de marzo de 2011

No es el amor, lo sé, pero es de noche... Julia Prilutzky

No es el amor, lo sé, pero es de noche
y yo estoy sola, frente al mar que espera
con las uñas viscosas de sus algas
y el sello de la sal sobre sus piedras:
sin cesar, desde el agua y las espumas
mil ramajes de brazos me recuerdan
que aguardan todavía
tendiéndome su ausencia.
Las mismas olas que devoran barcos,
que van hundiendo mástiles y velas,
tiran siempre de mí
salvajemente
ceñidas, enroscadas, como cuerdas.

No es el amor, lo sé, pero qué importa:
tiene su mismo rostro hecho de niebla
y su temblor febril y su acechanza,
tiene sus manos blandas que se aferran
con dura precisión.
Tiene su misma insólita presencia
con el prestigio de un fulgor pasado
y la futura soledad que empieza.
Tiene sin duda del amor la insidia
y el desgajado abandonar reservas
hasta quedar desnudo
como un árbol reseco.
Tiene el rondar la sangre
como un fantasma hambriento
sobre la inaccesible piel del mundo,
lamiendo inútilmente su corteza,
desesperado, ávido,
con la exacta impaciencia
del querer, del después,
del otoño y la espera.
Y aquel recomenzar desde la bruma
que es su signo quizá.
Y su señal más cierta.

No sé cuándo ha llegado:
es como un viejo amigo que regresa
con el rostro cambiado por los viajes,
las fiebres, el alcohol, las peripecias.
Reconozco sus rasgos,
su voz que ha enronquecido, pero es ésta,
su antigua voz que dice otras palabras
semejantes a aquéllas.
No es el amor, lo sé, y sin embargo
es su paso otra vez, y las caricias
recobran los caminos sin urgencia.
No hay palabras, y puedo estar callada:
todo es tan simple así, tan sin sorpresa
y es tan fácil estar, tan necesario.
No es el amor, tal vez. ¿Y si lo fuera?

sábado, 19 de marzo de 2011

La que tanto te amo (Anngiels)

Si yo soy esa, la mujer que te amó tanto.
quien enjugó tus lágrimas un día,
la que sin decir adiós abandonaste,
sumida en llanto sintiendo que moría

Si yo soy esa, la que luchó a tu lado,
Escuchando de tu corazón sus latidos
que al mirarse en tus ojos enamorados
supo que el amor había nacido.

La que durmiera cada noche
en tu pecho cubierto de rocío,
La que en tu piel dejara como broche
manojos de besos en sus desvaríos

Si yo soy la mujer aquella
que en el marco precioso de tu cama
se convirtiera en la más bella estrella
al amarte en cada madrugada.

Si, esta mujer con la mirada mustia
con el paso lento y sin destino
es la mujer que te amó como nunca
te amará la que hoy llevas contigo.

No es necesario que evites mi mirada
ni que me mires con piedad querido,
jamás sabrá quien llevas a tu lado
que muchas veces aún sueñas conmigo

Al mirar tus ojos hoy tan tristes
al ver tu cabello encanecido,
puedo presentir por conocerte tanto
que muchas noches añoras nuestro nido

Si, no tengas dudas, soy aquella,
la mujer que te amara con locura
la que marcó con fuego en tu boca
besos que cambiaron su textura

yo soy, la mujer que con encanto
pensaba solo en vos día tras día
la que al irte cerró su corazón
le puso un manto
y juró que de amor no moriría.

martes, 15 de marzo de 2011

Vuelvo a la noche (Mía Gallegos)

De pronto vuelvo
a la noche
con mis zapatos de agua.

Me desnudo
en el lento
ejercicio de mis manos
y busco
solamente
un objeto mío,
un pequeño barco,
un cometa,
un circo de inventadas cosas,
figuras cotidianas,
tuyas y mías,
que amo.

Pero sé
que de pronto
me vuelvo inaccesible
y vuelvo a ser silencio
y llama oscura,
donde mi barco
se escapa de tu orilla.

lunes, 14 de marzo de 2011

Te espero (Orietta Lozano)

Te espero
en la última hora de la tarde
con el deseo de dejarte
destrenzar mis cabellos en el aire.

Y te quiero
con mi último amor entretejido
en la sombra del sauce.

Esta es la hora azul
de mi ventana,
y aquella es la campana
de mis tardes.
Todavía
puedo cantar tu lejanía
con la misma ansiedad
de aquellos días disueltos en la infancia.
Todos mis días fueron
como murciélagos
ciegos;
fueron como voces
gritadas en el agua;
lo mismo que canciones
no escuchadas.
Pero ahora,
lejos de tu mirada,
comprendo tanta luz que me cegaba.
Y en esta hora azul,
la de mi llama renovada,
puedo decirte que te espero
con aquella canción interminada.

sábado, 5 de marzo de 2011

Silencio y lejanía (Francisco Álvarez)

Vino, me amó y partió; dejó a su paso
plenitudes, placeres y vacíos;
se perdió como el sol en el ocaso,
como se pierden en el mar los ríos.

Ha de tener el sol otra alborada,
y aunque el río se va, también se queda;
pero de aquella fiera llamarada,
ni el recuerdo quizá en su mente rueda.

Mantúvose en silencio y lejanía
como quien duerme en brazos de la muerte;
y yo permanecí esperando el día
en que de nuevo su alma se despierte.

Y si al abrir sus ojos al pasado
se detienen en mí por un momento,
tal vez vuelva su amor arrebatado
a producir un nuevo ofrecimiento.

Y aquí estaré, en deseos y temblores,
sin recriminaciones, ni exigencia,
para dar nueva vida a aquellas flores
que a punto estuvo de agostar la ausencia.

Nosotros (Kydia Materos)


Sólo un instante
que apagó el crepúsculo.
Nosotros nada más
y el acto único de prender la llama,
la eterna llama.

Ya está cerrado el mundo
y han dejado de existir
las cosas que nos miran.
Nosotros nada más.
El pájaro callado
y la rama vacía.

Y la noche cubriéndonos
sin saber hasta dónde.
Nos dejamos caer
en un profundo pozo de silencios.

Nosotros nada más.

Y el aire que apaga su latir
para este instante
de cuerpos que se hablan,
de manos que se buscan,
de bocas sorprendidas.

Ha estallado un amor que duele,
canta,
oprime.
Es una muerte dulce,
una pasión que corta el aire
de las rosas amargas.

Y este vaho caliente
que va esculpiendo
palmas divinas
en mi mármol.