sábado, 25 de mayo de 2013

Quiéreme entera... (Dulce María Loynaz)


Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!

si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda... o no me quieras!

Vergüenza (Gabriela Mistral)


Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa 

como la hierba a que bajó el rocío, 
y desconocerán mi faz gloriosa 
las altas cañas cuando baje al río.

Tengo vergüenza de mi boca triste, 

de mi voz rota y mis rodillas rudas; 
ahora que me miraste y que viniste, 
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste 

más desnuda de luz en la alborada 
que esta mujer a la que levantaste, 
porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan 

mi dicha los que pasan por el llano, 
en el fulgor que da a mi frente tosca 
en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío; 

mírame largo y habla con ternura, 
¡que ya mañana al descender al río 
lo que besaste llevará hermosura!

viernes, 26 de abril de 2013

Sin Amor (Nira Etchenique)

No tenia caso decir te amo, si no era un real sentimiento, porque hemos denigrado tanto el te amo, ahora lo dicen por cualquier chispa de sentimiento, y el amor es más profundo.


Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras dibujado con tu mano cabal
la mansedumbre de mi cuerpo,
si me hubieras asaltado en silencio,
como el agua,
si hubieras venido a mí como un sonámbulo,
todo pulso, y calor, y piel, y lengua.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
esta noche,
esta noche tan amarga
me sería más fácil caminarla.
Caminarla sin ti que estás mordido
como pan de vagabundo en la ventana,
caminarla sin ti, que te has herido
como pájaro de vientre prolongado.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras llegado con tu hoy
simple y rotundo como un cero
y nada más, y nada de tu ayer y tu castigo,
y tu culpa y tu viejo carro uncido.
Si me hubieras penetrado sin palabras
solo y único, en silencio, acorazado.
Si me hubieras medido con tu carne
con la boca afirmada a la moneda,
si me hubieras logrado sin hablarme....
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si solo hubieras descendido oscuro
y anónimo y feroz y enmudecido,
qué fácil caminar por esta noche
de ciudad dilatada en bocacalles.
Qué fácil detenerte en las esquinas
y en las manos que juegan a ser rosas
sobre el límpido cristal de las vidrieras.
¡Qué fácil el otoño y el olvido!

sábado, 30 de marzo de 2013

Me doy cuenta de que me faltas (Jaime Sabines)



Me doy cuenta de que me faltas 
y de que te busco entre las gentes, en el ruido, 
pero todo es inútil. 
Cuando me quedo solo 
me quedo más solo 
solo por todas partes y por ti y por mí. 
No hago sino esperar. 
Esperar todo el día hasta que no llegas. 
Hasta que me duermo 
y no estás y no has llegado 
y me quedo dormido 
y terriblemente cansado 
preguntando. 
Amor, todos los días. 
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta. 
Puedes empezar a leer esto 
y cuando llegues aquí empezar de nuevo. 
Cierra estas palabras como un círculo, 
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo. 
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas, 
en mi garganta como moscas en un frasco. 
Yo estoy arruinado. 
Estoy arruinado de mis huesos, 
todo es pesadumbre.

jueves, 21 de marzo de 2013

Irse (Mario Benedetti)


Cada vez que te vayas de vos misma
no olvides que te espero
en tres o cuatro puntos cardinales
siempre habrá un sitio dondequiera
con un montón de bienvenidas
todas te reconocen desde lejos 
y aprontan una fiesta tan discreta
sin cantos sin fulgor sin tamboriles 
que sólo vos sabrás que es para vos
cada vez que te vayas de vos misma
procura que tu vida no se rompa
y tu otro vos no sufra el abandono
y por favor no olvides que te espero
con este corazón recién comprado
en la feria mejor de los domingos
cada vez que te vayas de vos misma
no destruyas la vía de regreso
volver es una forma de encontrarse
y así verás que allí también te espero.



domingo, 17 de febrero de 2013

En el mundo ya no quedan seres que quieran así (Podly Bird)


A veces alguien te rompe un sueño, pero hay que soñar otra vez. A veces la pena te deja sin respira­ción, pero hay que serenarse.

A veces en la oscuridad te pones a bailar con un recuerdo.

A veces tienes miedo, pero te inventas un abrazo.

Tú y yo sabemos lo que se siente en la soledad; los días de cien horas, las horas de relojes sin agujas: el tiempo no avanza, no retrocede, somos una imagen congelada, una mujer sin nombre convertida en estatua de sal por haber mirado hacia atrás... ¿cómo se llamaba la mujer de Lot, la que sabía que sólo nos pertenece el pasado, que eso es lo único cierto que tenemos, haya sido sol o cruz, nave surcando el océano o piedra hundida en las profundidades del mar?.

Busqué en libros y libros, y nunca hallé su nombre.

Pobrecita, doliente, casi cristal, casi llanto endurecido, pálido pensamiento detenido, pasado inamovible, única vestal que intentó mantener encendido el fuego devastador de quién sabe qué beso, qué sólida pasión incan­descente.

¿En qué pose quedó?

¿Con los brazos extendidos, clamando? ¿Intentando correr, desesperada?

¿Queriendo regresar... queriendo refugiar­se en la casa que quedaba atrás?

Yo no quiero convertirme en estatua de sal... pero no puedo dejar de mirar el jardín del ayer: a veces infierno, a veces paraíso...

¿Dónde dejar aquella música que me sé de memoria?

¿Dónde, el gusto de su saliva tibia?

¿Y la aspereza de su barba creciendo en la madrugada?

¿Y el olor a bosque de pinos expandido por sus movimientos?

A veces la vida te enfrenta con un pelotón de fusilamiento... pero los disparos no te matan, te dejan herida a un costado del cami­no... olvidada, loca de dolor.

Y entonces ya no importa el frío.

Ni el calor.

Ni el hambre.

Ni la espera.

Ni una mariposa amarilla volando alrede­dor de la mirada.

Total, alguna vez volverá a ser verano, aunque el mar haya huido y sea inalcanzable.

Alguna vez volverá a ser de noche y podré descansar del agudo reflejo del sol en las pupilas.

Total, alguna vez volverá una piel conoci­da a frotarse contra mi piel, aunque sea en un sueño, aunque sea inventada.

Total, nadie podrá decirme que lo que digo es mentira, que lo que pienso es mentira, que lo que espero es mentira, que lo que siento es mentira.

Todo es posible cuando llueve.

Si das un salto alto las estrellas se te pue­den meter en el pelo.

Si una estrella se cae en tus manos, la ama­sas hasta reducirla, la pones en la heladera y después te la comes hecha hielo. Pero no sucede seguido. A veces no sucede ni siquie­ra una sola vez en la vida.

Eso no quiere decir que no esperes que pase.

Pasan tantas cosas que parecen tan raras. Por ejemplo: querer a alguien como yo he querido, y que un buen día ya no esté.

Y que nadie se da cuenta que la muerte no se lleva solamente a los muertos.

Y que a nadie le importe.

Y que a mí, de pronto, no me importe que a nadie le importe.

Porque aprendí una cosa: aunque bla bla bla bla... aunque todos bla bla bla bla, no es cierto: en el mundo ya no quedan seres que quieran así.

Pasa una vez.

Ráfaga.

Con alguien como él.

Con alguien como yo.

Estatua de sal.

Estatua de llanto cristalizado.

Estatua desolada, arrodillada, trágica.

Estatua de una mujer sin nombre que no quiso marcharse, que quería quedarse, que jamás se hubiera ido, porque cuando se ama no se buscan lugares que queden lejos del alma, de lo vivido, de lo que nos pertenece por derecho de ojeras compartidas, de lágrimas quemando la punta de la lengua, de pala­bras susurradas al oído.

viernes, 4 de enero de 2013

La muchacha ebria (Efraín Huerta)





Este lánguido caer en brazos de una desconocida, 
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres; 
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol, 
huella de pie dormido, navaja verde o negra; 
este instante durísimo en que una muchacha grita, 
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya. 
Todo esto no es sino la noche, 
sino la noche grávida de sangre y leche, 
de niños que se asfixian, 
de mujeres carbonizadas 
y varones morenos de soledad 
y misterioso, sofocante desgaste. 
Sino la noche de la muchacha ebria 
cuyos gritos de rabia y melancolía 
me hirieron como el llanto purísimo, 
como las náuseas y el rencor, 
como el abandono y la voz de las mendigas.


Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido 
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de 
                                                                       las cantinas, 
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo 
                                                                           negra barba 
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza: 
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas, 
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre, 
de la muchacha que una noche —y era una santa noche— 
me entregara su corazón derretido, 
sus manos de agua caliente, césped, seda, 
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos, 
sus torpes arrebatos de ternura, 
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos, 
su pecho suave como una mejilla con fiebre, 
y sus brazos y piernas con tatuajes, 
y su naciente tuberculosis, 
y su dormido sexo de orquídea martirizada.


Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido 
y la generosidad en la punta de los dedos, 
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre, 
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa. 
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos, 
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!