miércoles, 29 de febrero de 2012

El idilio de los volcanes (José Santos Chocano)

Gracias Juan Manuel por regalarme tu voz para este poema
queda aquí en mis tesoros



El Ixtlacíhuatl traza la figura yacente
de una mujer dormida bajo el Sol.
El Popocatépetl flamea en los siglos
como una apocalíptica visión;
y estos dos volcanes solemnes
tienen una historia de amor,
digna de ser cantada en las compilaciones
de una extraordinaria canción.

Ixtacíhuatl - hace miles de años--
fue la princesa más parecida a una flor,
que en la tribu de los viejos caciques
del más gentil capitán se enamoró.
El padre augustamente abrio los labios
y díjole al capitán seductor
que si tornaba un día con la cabeza
del cacique enemigo clavada en su lanzón,
encontraría preparados, a un tiempo mismo,
el festín de su triumfo y el lecho de su amor.

Y Popocatépetl fuése a la guerra
con esta esperanza en el corazón:
domó las rebeldías de las selvas obstinadas,
el motín de los riscos contra su paso vencedor,
la osadía despeñada de los torrentes,
la acechanza de los pantanos en traición;
y contra cientos y cientos de soldados,
por años gallardamente combatió.

Al fin tornó a a tribu (y la cabeza
del cacique enemigo sangraba en su lanzón).
Halló el festín del triunfo preparado,
pero no así el lecho de su amor;
en vez de lecho encontró el túmulo
en que su novia, dormida bajo el Sol,
esperaba en su frente el beso póstumo
de la boca que nunca en la vida besó.

Y Popocatépetl quebró en sus rodillas
el haz de flechas; y, en una solo voz,
conjuró la sombra de sus antepasados
contra la crueldad de su impasible Dios.
Era la vida suya, muy suya,
porque contra la muerte ganó:
tenía el triunfo, la riqueza, el poderío,
pero no tenía el amor...

Entonces hizo que veintemil esclavos
alzaran un gran túmulo ante el Sol
amontonó diez cumbres
en una escalinata como alucinación;
tomó en sus brazos a la mujer amada,
y el mismo sobre el túmulo la colocó;
luego, encendió una antorcha, y, para siempre,
quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.

Duerme en paz, Ixtacíhuatl nunca los tiempos
borrarán los perfiles de tu expresión.
Vela en paz. Popocatépetl: nunca los huracanes
apagarán tu antorcha, eterna como el amor...

domingo, 19 de febrero de 2012

Licantropía Contemporanea (Louis Aragon)

Vane gracias este poema me gusta tanto...


El grado más alto de la tristeza tanto puede ser
un general ciego mendigando a través de las islas
Como hacia las 3 de la mañana la avenida
de la Ópera
No hay límites para la melancolía humana
Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la pirámide
de las lágrimas
Estáis seguros de padecer tanto como una mujer estrangulada
en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y desea acabar
Estáis seguros de que no valdría más ser
ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las horas que se acercan
Desde hace tiempo vivo mi último minuto
La arena que mastico es la de una agonía invisible y perpetua
Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el peluquero
son las únicas en delatar el negro infierno interior que me habita
Como cuerpos privados de sepultura
los hombres se pasean por el jardín de mi mirada
Soñadores inexplicables
o soy el único a quien golpea una mano desecada
en este desierto poblado entre estas flores áridas

Amo y soy amado Nada nos separa
Por qué entonces estar triste en el corazón espléndido del amor
El mundo sacude su estúpida cabeza Sabelotodo
Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable
Amo aunque luego me vea obligado a aullar
se extiende por el horizonte donde graznan inútilmente los cuervos
Sin embargo en cada árbol hay un ahorcado que se balancea
en cada hoja una mancha de sangre

Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el betún de la tarde
Qué es eso que me impide morder a los paseantes en los bulevares
La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer
torrente de un diluvio
a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas
Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y uno
cerca de Pavía
cuando me apresaron en la campiña por donde deambulaba
víctima de los primeros efectos del mal
los campesinos no quisieron creerme cuando les dije la verdad
Rehusaron tomarme por lobo furioso
a causa de mi piel humana y Santos Tomases
eternos de la ciencia experimental
cuando les confesé que mi piel lupina estaba oculta
entre pellejo y carne
con sus puñales me hicieron tajos en los miembros y el cuerpo
para verificar mis melancólicas afirmaciones
no me tocaron la cara
espantados por la atroz poesía de mis rasgos

Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas
qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo
donde duermen los enamorados en descomposición
Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente
no tuviera bastante con las heridas de los vivos
Dadme el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla eléctrica
el vocabulario último de los guillotinados
La existencia es un ojo reventado Que se me entienda
bien un ojo que hacen reventar a cada instante
O lo haré examinar con engaños por un médico alienista
o bien lo mataré fríamente
amor mío
durante su sueño mientras yace pálido y desnudo
mientras los lobos surgen en torno de los cementerios donde duermen
los bellos días que pasamos juntos amor mío.

sábado, 11 de febrero de 2012

Sin razón (Amalia Iglesias)


He interrogado hasta el amanecer al pozo
de las preguntas. Es mentira que el corazón
sepa decirse mejor en esa sombra.

He interrogado a la memoria y al camino,
y al cielo turbio que coagulaba dudas.
Pero no bastaba crecer en los escombros
del verbo, ni formular la cicatriz reciente.

Un paisaje de puertas: entran y salen
las mascarillas de la muerte. Un paisaje
de paredes que respiran, de paredes
taladradas por sus ojos insomnes.

Busca inútilmente
el rostro y su verdad, para que el miedo
aprenda a descifrar más despacio los pasos.

Una respuesta bastaría para narcotizar
la angustia, o el sopor de ser
gota a gota un espectro.

Buscas las piezas del puzzle
que faltaban, amontonas los trozos
pero se quedan fuera los detalles.
Una respuesta sólo bastaría...
Pero en los pasillos de la noche
sólo escuchas ese ruido de pies
acostumbrados a arrastrarse
hacia los desiertos.

martes, 7 de febrero de 2012

Romance entre la luna y el sol (Jorge Domenech)

Gracias amix aquí ya estas en mis tesoros


LUNA Mis sueños viajaban contigo a cualquier lugar, mientras a lo lejos una arpa emitia melancólicos acordes, aquella lejana melodía se mezclaba con el viento, se encontraron, se hablaron, y juntos se alejaron hasta las nevadas montañas. Sin tristeza observé como iban alejándose, haciendo danzar las hojas caidas del otoño a su sosegado paso. En aquel instante repicaron las campanas y su sonido se escapó junto a la melodía y el viento revoloteando en los cabellos de aquella hermosa mujer. Empujaba el tiempo al sol hacia el lejano horizonte, mientras la noche agarraba la luna entre sus brazos, con los mágicos colores de un sol en su último suspiro ella le tendió su mano, atrajo hacia si su rostro, y con aquel último rayo, selló el dia con un beso. Mil pensamientos dormian en un recuerdo embriagador, del romance que tuvieron sobre las aguas del mar los reflejos de la luna ,con los rayos del sol cuando ya se despedia. En aquel preciso instante un pájaro alzo el vuelo, llevándose en sus alas, el viento, la melodía y el sonido que escapó al repicar las campanas. En el reloj sonaron las ocho, la noche recién nacía. Desde aquel rincón lejano situado entre las piedras, donde un haz de luz iluminaba el mar en su oscuridad, cabalgaron los sueños a lomos de las fantasias de aquellos que buscaron en aquel sutil refugio, rozar por primera vez los labios de alguna hermosa mujer. Finalmente se ocultó el sol y dejó solitaria a la luna, derramando en su soledad lágrimas entristecidas, era tanta su amargura, tan intenso su dolor, que cada lágrima vertida en estrella se convirtió . En algún lugar lejano, un arpa dejaba sonar los acordes de ese embrujado romance entre la luna y el sol, mientras mis sueños viajaban contigo, a cualquier lugar. Testigos de aquel romance entre la luna y el sol , la melodia , el viento y el sonido que escapó al repicar las campanas, se fueron mar adentro llevándose consigo el último suspiro del sol, en su poético romance con la luna, mientras él expiraba allá en el horizonte. Mis ojos se fueron detrás de aquel atardecer rojizo, de aquellas lágrimas del cielo caidas, de estrellas en el cielo, del sol en el olvido. Mis ojos se iban cada dia, atrás de aquel romance entre la luna y el sol.

viernes, 3 de febrero de 2012

Hubiera querido verte sin prisas (Rafael Sánchez Ortega)


Hubiera querido verte sin prisas
en medio del azul y la tormenta,
bailar sobre las aguas de los mares
charlando de muchas cosas diversas.


Hubiera querido bailar contigo,
soñar bajo la luz de las estrellas,
en el templo sagrado de los mares
que sabe de corsarios y galernas.


Más dije al corazón que se parara,
y la sangre obediente de las venas
cesó con sus latidos un instante,
esperando que subiera la marea.


Era hermoso aquel sueño compartido
y el roce de tu pelo y la melena,
lo mismo que tus labios suspirando,
mis dedos ascendiendo por tu trenza.


Sin embargo mi pecho se detuvo
quizás por el cansancio y tanta brega,
o puede que perdiera la energía
la chispa del volcán que la prendiera.


Y entonces comprendí que mi silencio
tenía componentes de cadencias,
de fuertes huracanes en el alma
y lluvias de los ojos a la tierra.


Estaba empalagado de nostalgias
de sueños desbocados y princesa,
de hermosas aventuras y conquistas
tomadas de escritores y novelas.


Por eso crepitaban los recuerdos
con tiras de ilusión en sus cenefas
buscaban la canción y fantasía
del alma emborrachada siempre en vela.


Buscaban el delirio del mendigo,
la risa en la limosna de la fiesta,
el beso del amor y las pasiones
del alma atormentada en esa leva...


"...Hubiera querido verte sin prisas,
hablar y caminar por la ribera,
notar estremecerse tu corpiño
con mis labios sellando tus tinieblas..."


Rafael Sánchez Ortega ©

El tercer deseo, (Augusto Blanca)



Voy a irte a buscar allí,

al pedazo de noche en que
tropezaron de pronto,
tus ojos, mis ojos,
tan llenos de igual soledad... allí.

Voy a irte a buscar allí,
a tratar de retroceder,
transitar por el tiempo
y volverte a encontrar
en el mismo lugar que te vi... allí.

Voy a irte a buscar
al instante preciso
en que nuestros rumbos
se unieron en la multitud.

Voy a irte a buscar
al tumulto de pasos,
de rostros, de voces y luces
donde te perdí;
voy a volver, regresaré,
ve tú también.

Voy a irte a buscar allí,
a acampar para siempre en ti,
y esta vez no habrá fuerza posible
capaz de evitar este encuentro
que presentí.

Voy a irte a buscar allí,
hace un siglo te conocí,
y esta vez no te vas a esfumar
la marea te trajo por fin
hasta mi país.

Voy a irte a buscar
aunque en ello me juegue
mi tercer deseo,
mi última oportunidad.

Voy a irte a buscar
a través de las miles de vidas
que distan de ti
desde ayer a las diez;
voy a volver,
regresaré,
ve tú también
y espérame...
ayer...

allí…

jueves, 2 de febrero de 2012

Ahora (María Elena Walsh)


Irit Rabinowitz, "El Jardín de la Libertad" (2005) Acrílico sobre lienzo, 120x120 cm.



Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

www.moon-museum.com El Museo de la Luna www.museoluna.com

miércoles, 1 de febrero de 2012

El miedo (Àlvaro Mutis)

Gracias Vane...


Bandera de ahorcados, contraseña de barriles, capitana del desespero, bedel de sodomía, oscura sandalia que al caer la tarde llega hasta mi hamaca. Es entonces cuando el miedo hace su entrada. Paso a paso la noche va enfriando los tejados de cinc, las cascadas, las correas de las máquinas, los fondos agrios de miel empobrecida. Todo, en fin, queda bajo su astuto dominio. Hasta la terraza sube el olor marchito del día. Enorme pluma que se evade y visita otras comarcas. El frío recorre los más recónditos aposentos. El miedo inicia su danza. Se oye el lejano y manso zumbido de las lámparas de arco, ronroneo de planetas. Un dios olvidado mira crecer la hierba. El sentido de algunos recuerdos que me invaden, se me escapa dolorosamente: playas de tibia ceniza, vastos aeródromos a la madrugada, despedidas interminables. La sombra levanta ebrias columnas de pavor. Se inquietan los písamos. Sólo entiendo algunas voces. La del ahorcado de Cocora, la del anciano minero que murió de hambre en la playa cubierto inexplicablemente por brillantes hojas de plátano; la de los huesos de mujer hallados en la cañada de La Osa; la del fantasma que vive en el horno del trapiche. Me sigue una columna de humo, árbol espeso de ardientes raíces. Vivo ciudades solitarias en donde los sapos mueren de sed. Me inicio en misterios sencillos elaborados con palabras transparentes. Y giro eternamente alrededor del difunto capitán de cabellos de acero. Mías son todas estas regiones, mías son las agotadas familias del sueño. De la casa de los hombres no sale una voz de ayuda que alivie el dolor de todos mis partidarios. Su dolor diseminado como el espeso aroma de los zapotes maduros. El despertar viene de repente y sin sentido. El miedo se desliza vertiginosamente para tornar luego con nuevas y abrumadoras energías. La vida sufrida a sorbos; amargos tragos que lastiman hondamente, nos toma de nuevo por sorpresa. La mañana se llena de voces: voces que vienen de los trenes de los buses de colegio de los tranvías de barriada de las tibias frazadas tendidas al sol de las goletas de los triciclos de los muñequeros de vírgenes infames del cuarto piso de los seminarios de los parques públicos de algunas piezas de pensión y de otras muchas moradas diurnas del miedo.