viernes, 25 de marzo de 2011

La luna está loca y brilla débilmente (William Faulkner)


La luna está loca, y brilla débilmente,
y hurga con los dedos, curiosa,
en la espesura y los sotos,
y luego se detiene,
y mira a su alrededor –la colina
se impregna de la tristeza que la rodea–,
y empolva las rocas oscuras
y las jorobas de grano alineadas
en solemnes tresnales;
detrás de cada una de ellas, una sombra
mira al cielo y escucha
el silencio reluciente
de estrellas, vivaces y tristes, que
circundan a la luna escrutadora, y la observan,
trastornada y solemne; y vientos monótonos
meditan allí donde había crecido el grano,
en campos sin flor que alzan sus pechos
desnudos contra el año que muere.
Sin embargo, yo no me muevo, porque
estoy triste bajo este cielo otoñal,
porque me he quedado ciego y helado, de pronto,
al pie de esta colina escarchada,
y le grito a la luna, transido de un dolor
ignorado por todos, y la luna, de nuevo,
me mira con indiferencia, mientras, bajo su mirada,
el mundo fulge y muere en silencio,
y las hojas caen y me cubren
de tristeza y de deseo de estar
–el mundo espera, frío y marchito–,
como él, muerto con el año que muere.