A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación a otra persona, a eso lo llaman alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma. (Lo que significa que para entonces adquirieron una.) Afuera, la tarde de verano, todo un mundo arrojado a la luna: grupos de formas plateadas que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo, la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio transformada en aleación de luz de luna, forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma llena de ese fuego que en realidad es luz de luna, tomada de otra fuente, y brilla unos instantes, como brilla la luna: piedra o no, la luna sigue estando más que viva
Amar es destruir: es construir el hueco del no-amor, amueblar con milagros la pira trabajosa echando al fuego lenguas, carne de ojos vencidos, piel jubilosa, dulce, nucas saladas, hombros temblorosos, incinerar silencios y comprobar la altísima calidad combustible del lenguaje. Hay estadios del cuerpo a cuerpo a cuerpo que no alcanzaron nombre en el origen. Y quién inventa hoy vocablos para el quicio fragante de una piel, nombres para los grados de tersura, acidez o tibieza de un abrazo, quién justificaría las palabras-tatuaje, las palabras tenaces como un piercing, las palabras anfibias e ilegítimas. El poeta ha dejado junto a cada palabra lo que cada palabra le pidiera al oído: derramarse indecible en otro cuerpo o estallar en un verso como válvula. El poeta, desnudo, cuelga una percha en un árbol perdido y las palabras van al poema a vestirse
"Vivir sin tus caricias es mucho desamparo; vivir sin tus palabras es mucha soledad; vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro, es mucha oscuridad..."
Vuelvo pálida novia, que solías mi retorno esperar tan de mañana, con la misma canción que preferías y la misma ternura de otros días y el mismo amor de siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en delicada complicidad con la Naturaleza, una tarde como ésta: desmayada en un lecho de lilas, e impregnada de cierta aristocrática tristeza.
¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados en actitud de súplica y anhelo -como siempre-, y mis labios no cansados de alabarte, y mis ojos obstinados en ver los tuyos a través del cielo!
Recíbeme tranquila, sin encono, mostrando el deje suave de una hermana; murmura un apacible: "Te perdono", y déjame dormir con abandono, en tu noble regazo, hasta mañana....
I don’t wanna talk
About the things we've gone through
Though it’s hurting me
Now it’s history
I've played all my cards
And that's what you've done too
Nothing more to say
No more ace to play
The winner takes it all
The loser standing small
Beside the victory
That’s her destiny
I was in your arms
Thinking I belonged there
I figured it made sense
Building me a fence
Building me a home
Thinking I'd be strong there
But I was a fool
Playing by the rules
The gods may throw a dice
Their minds as cold as ice
And someone way down here
Loses someone dear
The winner takes it all
The loser has to fall
It’s simple and it’s plain
Why should I complain?
But tell me does she kiss
Like I used to kiss you?
Does it feel the same
When she calls your name?
Somewhere deep inside
You must know I miss you
But what can I say
Rules must be obeyed
The judges will decide
The likes of me abide
Spectators of the show
Always staying low
The game is on again
A lover or a friend
A big thing or a small
The winner takes it all
I don’t wanna talk
If it makes you feel sad
And I understand
You've come to shake my hand
I apologize
If it makes you feel bad
Seeing me so tense
No self-confidence
But you see
The winner takes it all
The winner takes it all
Someone winner
Take it all
And one loses
Has to fall
From a guide
From the side
Makes that feeling
Someone here
Takes it all
Has to fall
This is magic
Someone here
EL GANADOR LO LLEVA TODO
No quiero hablar
Acerca de las cosas que vivimos
Aunque me duela
Ahora ya es historia
Jugué todas mis cartas
Y tú también hiciste lo mismo
No hay nada más que decir
No hay ningún as más por jugar
El ganador se lo lleva todo
La perdedora permanece pequeña
Junto a la victoria
Ese es su destino
Yo estaba en tus brazos
Pensando que pertenecía allí
Me lo imaginaba y tenía sentido
Construirme una cerca
Construirme un hogar
Pensando que estaría segura allí
Pero fui una estúpida
Al jugar con las reglas
Los dioses pueden lanzar el dado
Con sus mentes tan frías como el hielo
Y alguien aquí abajo
Pierde a alguien querido
El ganador se lo lleva todo
El perdedor tiene que caer
Así de simple y claro
¿Por qué tendría que quejarme?
Pero dime ¿ella besa
Como yo solía besarte?
¿Se siente lo mismo
Cuando ella te nombra?
En algún lugar allá en lo profundo
Tu debes saber que te echo de menos
Pero qué puedo decir
Las reglas deben obedecerse.
Los jueces decidirán
Alguien como yo debe obedecer
Los espectadores del show
Siempre permanecen calmados
El juego comienza nuevamente
Un amante o un amigo
Una cosa grande o pequeña
El ganador se lo lleva todo
No quiero hablar
Si esto te entristece
Y entiendo que
Viniste a darme la mano
Me disculpo
Si te hace sentir mal
Verme tan tensa
Sin ninguna confianza en mí misma
Pero tú ves
El ganador se lo lleva todo
El ganador se lo lleva todo
Algún ganador
Se lo lleva todo
Y quien pierde
Tiene que caer
De una guía
De un lado
Produce esa sensación
Alguien aquí
Lo lleva todo
Tiene que caer
Esto es mágico
Alguien aqui.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Hay un muerto en el cementerio más lejano que se queja tres años porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva. Los besos atan las bocas en una maraña de venas recientes y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día los caballos vivirán en las tabernas y las hormigas furiosas atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero, a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato, hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan, donde espera la dentadura del oso, donde espera la mano momificada del niño y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Pero si alguien cierra los ojos, ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. Ya lo he dicho. No duerme nadie. Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
Perdóname el dolor, a veces,* perdóname la tristeza casi siempre y la soledad (es así como llamo a tu ausencia). Perdóname el silencio y las palabras ahora. Perdóname la alegría si te tengo un poco, los encuentros, los versos, mi pobre vida. Perdóname la esperanza todavía (la tomo sin dármela y la asumo como único alimento). Perdóname que hable que calle que respire pero nunca que te ame. Condena mi amor, castígame por él, quiero el infierno por pabia y aposento, que los días me torturen y conozca la fatiga, que tus reproches me vistan de martirio, tu furia de sangre. Maldita y desterrada, te seguiré queriendo y seré, más que nunca, imperdonable.
No sabía decirlas, no podía; porque jamás las pronunciará antes,
juntas así. La angustia la mataba, imposible aguantar aquel anhelo que era dolor cruel de tan agudo. Y las palabras nunca dichas fueran el único remedio en aquel trance que alteraba su cuerpo: de la piel, hasta lo más profundo. Con voz rota ella pide: ¡oh tú, por caridad ayúdame a decirte que... Palabras.
La luna entre los árboles ennobleció el silencio de la noche armoniosa y tomaron las fuentes vaguedad de pupilas, y hubo meditaciones albm en las magnolias.
El misterio nocturno se aromó de azucenas, conmovidas palabras vinieron de la sombra Los amores antiguos, -seda triste, oro turbio,- vivían en la voz helada de las hojas.
Percibo lo secreto, lo oculto: ¡Oh vosotros señores! Así somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra.
Nadie en jade, nadie en oro se convertirá: En la tierra quedará guardado. Todos nos iremos allá, de igual modo. Nadie quedará, conjuntamente habrá que perecer, nosotros iremos así a su casa.
Como una pintura nos iremos borrando. Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra. Como vestidura de plumaje de ave zacuán, de la preciosa ave de cuello de hule, nos iremos acabando nos vamos a su casa.
Se acercó aquí. Hace giros la tristeza de los que en su interior viven. Meditadlo, señores, águilas y tigres, aunque fuérais de jade, aunque fuérais de oro, también allá iréis, al lugar de los descarnados. Tendremos que desaparecer, nadie habrá de quedar.
Ahora te quiero, como el mar quiere a su agua: desde fuera, por arriba, haciéndose sin parar con ella tormentas, fugas, albergues, descansos, calmas. ¡Qué frenesíes, quererte! ¡Qué entusiasmo de olas altas, y qué desmayos de espuma van y vienen! Un tropel de formas, hechas, deshechas, galopan desmelenadas. Pero detrás de sus flancos está soñándose un sueño de otra forma más profunda de querer, que está allá abajo: de no ser ya movimiento, de acabar este vaivén, este ir y venir, de cielos a abismos, de hallar por fin la inmóvil flor sin otoño de un quererse quieto, quieto. Más allá de ola y espuma el querer busca su fondo. Esta hondura donde el mar hizo la paz con su agua y están queriéndose ya sin signo, sin movimiento. Amor tan sepultado en su ser, tan entregado, tan quieto, que nuestro querer en vida se sintiese seguro de no acabar cuando terminan los besos, las miradas, las señales. Tan cierto de no morir, como está el gran amor de los muertos.
Imagínate tú... Imagínatelo tú por un momento. R. A.
La estrella aún flotaba en las aguas. Río abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente. Y de pronto la mágica música errante en la sombra se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.
Imagínate tú, piensa sólo un instante, piensa sólo un instante que el alma comienza a caerse. (Las hojas, el canto del agua que sólo tú escuchas: maravilloso silencio que pone en las tuyas su mano evidente.)
Piensa sólo un instante que has roto los diques y flotas sin tiempo en la noche, que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra tan sólo te envuelve. Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo, antes que todo se desvaneciese!»
Imagínate tú que hace siglos que has muerto. No te preguntan las cosas, si pasas, quién eres. Procura un instante pensar que tus brazos no pesan. Son nada más que dos cañas, dos gotas de lluvia, dos humos calientes.
(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo!) Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su muerte, abre los ojos: El trágico hachero saltaba los montes, llevaba una antorcha en la mano, incendiaba los bosques nacientes. El río volvía a mojar las orillas que dan a tu vida. El prodigio era tuyo y te hacías así vencedor de la muerte.
Yo soy la que por el mundo anda perdida, Yo soy la que en la vida no tiene norte, Soy la hermana del Sueño, y de esta suerte Soy la crucificada... la adolorida...
¡Sombra de niebla tenue y desvanecida, Y que el destino amargo, triste y fuerte, Impele brutalmente hacia la muerte! ¡Alma de luto siempre incomprendida!
Soy aquella que pasa y nadie ve... Soy la que llaman triste sin serlo Soy la que llora sin saber por qué...
Soy tal vez la visión que Alguien soñó, Alguien que vino al mundo para verme ¡ Y que nunca en la vida me encontró!
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se apagaba, y los astros vagaban diluyéndose en el espacio eterno, sin rayos, sin senderos, y la helada tierra oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna; la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día, Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror de esta desolación; y todos los corazones se helaron en una plegaria egoísta por luz; y vivieron junto a hogueras - y los tronos, los palacios de los reyes coronados - las chozas, los hogares de todas las cosas que habitaban, fueron quemadas en las fogatas; las ciudades se consumieron, Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes refugios para verse nuevamente las caras unos a otros; Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo de los volcanes, y su antorcha montañosa: Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía; Se encendió fuego a los bosques - pero hora tras hora Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos se extinguieron con un estrépito - y todo fue negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza, tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto los haces caían sobre ellos; algunos se tendían y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían; y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba con loca inquietud al sordo cielo, El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez con maldiciones se arrojaban sobre el polvo, y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban, y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo, y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron y se enroscaron entre la multitud, siseando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento: y la Guerra, que por un momento se había ido, se sació otra vez; - una comida se compraba con sangre, y cada uno se hartó, resentido y solo atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor; toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte, Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne; el magro por el magro fue devorado, y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno, Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo a raya a las aves y las bestias y los débiles hombres, hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida, Sino que con un gemido piadoso y perpetuo y un corto grito desolado, lamiendo la mano que no respondió con una caricia - murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos de una ciudad enorme sobrevivieron, y eran enemigos; se encontraron junto a las agonizantes brasas de un altar donde se había apilado una masa de cosas santas para un fin impío; hurgaron, y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas en las débiles cenizas, y sus débiles alientos soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama que era una burla; entonces levantaron sus ojos al verla palidecer, y observaron el aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron - De su propio espanto mutuo murieron, sin saber quién era aquel sobre cuya frente la hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío, lo populoso y lo poderoso - era una masa, sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida - una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos, y nada se movía en sus silenciosos abismos; las naves sin marinos yacían pudriéndose en el mar, y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían dormían en el abismo sin un vaivén - Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas, Antes ya había expirado su señora la luna; Los vientos se marchitaron en el aire estancado, Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba De su ayuda - Ella era el universo.
Cuando estoy contigo, estamos despiertos toda la noche Cuando no estas, no puedo dormir ¡Que Dios bendiga estas dos insomnias! y la diferencia entre ellas