martes, 27 de julio de 2010

Los Amores (Carlos Martínes Rivas)

Una vez que un amor nace en uno, crece.

Y no deja de crecer.

Y no muere.

Y al término de la vida se haya uno atado

por esos amores que crecieron como bejucos;

morimos asfixiados por estos bejucos, en-

rollados, apretando el cuello, el pecho, los lomos.

De nada nos servirá podarlos regularmente

con las grandes tijeras jardineras a dos brazos

para impedir su inexorable crecimiento.

Se nos iría la vida en ese esfuerzo, esfuerzo

como el de Sísifo o el de la Danaides, vano.

El único remedio contra los amores

sería matarlos.

Matarlos antes que nacieran.